El culto a María Lionza se remonta al siglo XV, antes de la llegada de los españoles a Venezuela. Para ese entonces, los indígenas que habitaban el territorio que actualmente conforma el estado Yaracuy, veneraban a Yara, diosa de la naturaleza y del amor. La tradición popular la describe como una hermosa mujer de ojos verdes, pestañas largas, amplias caderas y cabello liso adornado por tres flores abiertas. Se dice que olía a orquídeas y era de sonrisa dulce y voz suave. Cuentan que tenía la capacidad de comunicarse con los animales.
Según la leyenda, Yara era una princesa indígena, que fue raptada por una enorme anaconda que se enamoró de ella. Cuando los espíritus de la montaña se enteraron de lo sucedido, decidieron castigar a la serpiente haciendo que se hinchara hasta que reventara y muriera. Luego nombraron a Yara dueña de las lagunas, ríos y cascadas, madre protectora de la naturaleza y reina del amor.
De hecho, hay quienes afirman que el vocablo Yaracuy significa “lugar de Yara”.
La leyenda de Yara sobrevivió a la conquista española, sufriendo algunas modificaciones. Así fue como tomó el nombre católico de Nuestra Señora María de la Onza del Prado de Talavera de Nivar; denominación que con el paso del tiempo se convertiría en María de la Onza o María Lionza.
El culto a María Lionza se ha nutrido de la cultura europea, asiática y africana, conformando un ritual que entremezcla a santos con personajes de la cultura popular venezolana y héroes históricos.
Otra versión cuenta que Maria Lionza fue una doncella Nívar, hija encantada de un poderoso cacique de Nirgua. El Chamán de la aldea había predicho que cuando naciera una niña de ojos extraños, ojos color verde agua, había que sacrificarla y ofrendarla al Dueño de Agua, al Gran Anaconda por que si no vendría la ruina perpetúa y la extinción de los Nívar. Pero su padre fue incapaz de hacerlo. Y escondió a la niña en una cueva de la montaña, con 22 guerreros que la vigilaban e impedían su salida. Ella tenía prohibido verse en los espejos de agua. Pero un día una fuerza misteriosa adormeció a los guardianes y la bella joven salio de la cueva y camino hasta el lago, descubriendo su propio reflejo en el agua. Ella estaba encantada con su visión. Así despertó al Dueño de Agua al Gran Anaconda, quien emergió de las profundidades, enamorándose de ella y atrayéndola hacia si. En el lago Maria Lionza y la poderosa serpiente celebraron una comunión espiritual y mística. Cuando su padre descubrió la unión, intento separarlos. Entonces la Anaconda creció se hizo enorme y estallo provocando una gran inundación que arrasó con la aldea y su gente. Desde ese día Maria Lionza se volvió la Diosa protectora de las Aguas Dulces, Los Bosques y Los Animales Silvestres.
Buenas noches hermanos mi nombre es yerfri soy creyente del espiritismo
ResponderEliminarestoy iniciando soy hijo y cajon de la negra Francisca Duarte la lengua de hacha